Bajar la fiscalidad empresarial

La fórmula correcta para elevar la recaudación no consiste en subir los tipos impositivos, sino en favorecer el crecimiento de los beneficios para aumentar las bases imponibles.

El impacto de la crisis y las subidas de impuestos aplicadas desde el estallido de la burbuja han terminado por mermar de forma sustancial tanto las rentas de las familias como los balances de las empresas. A pesar de que la recuperación está revirtiendo buena parte de estos negativos efectos, el elevado esfuerzo fiscal al que está sometido el sector privado aún representa un importante lastre para impulsar la creación de riqueza y empleo. Lo más grave es que varios partidos coinciden en la necesidad de aumentar aún más la presión tributaria, sin percatarse siquiera del volumen real de recursos que aportan las empresas. Así, a diferencia de lo que se suele aducir, las compañías españolas soportan una mayor carga fiscal que la media de la UE, tal y como reflejan los últimos datos publicados por la patronal CEOE.

Uno de los errores más comunes a la hora de analizar la tributación empresarial consiste en fijarse tan solo en la recaudación que genera el impuesto de sociedades, sin reparar en las bases imponibles, el tamaño de las compañías o el resto de cargas que deben afrontar. En este sentido, aunque los ingresos por Sociedades hayan caído hasta los 21.700 millones en 2016 -muy lejos de los 44.800 registrados en 2007- cabe tener en cuenta el cierre de compañías y, sobre todo, el descenso de beneficios que ha tenido lugar en los últimos años. Prueba de ello es que apenas el 36,9 por ciento de las empresas presentaba bases imponibles positivas en 2014, último dato disponible. Asimismo, un factor que no se suele tener en cuenta es que apenas 2.000 empresas, el 0,002 por ciento del total, aquellas que facturan más de cien millones de euros, aportan el 57,5 por ciento de la recaudación. Por otro lado, si se suman las cotizaciones empresariales, los impuestos de las sociedades ascienden a un total de 105.000 millones de euros, equivalentes a más del 30 por ciento de los ingresos públicos, frente a la media del 26 por ciento en la zona euro.

Una vez incluido el resto de cargas autonómicas y locales, la factura fiscal total se sitúa en el 49 por ciento de los beneficios, muy por encima de la media comunitaria (40,3) y superior a la que soportan las compañías británicas (30,9) e incluso alemanas (48,9). La fórmula correcta para elevar la recaudación no consiste en subir los tipos o en imponer nuevas tasas y trabas administrativas, cuyo único resultado es entorpecer la actividad económica, sino en favorecer el crecimiento de los beneficios para aumentar las bases imponibles, al tiempo que se fomenta un mayor tamaño empresarial y se atraen inversiones foráneas. Castigar fiscalmente a las empresas, al igual que sucede con las familias, es un ataque directo a la línea de flotación de la economía.